La autodeterminación, en palabras de Juan Urrutia, “sería difícil de rechazar por parte de los liberales, pues está en la base del espontaneísmo social, y no reconocerlo violaría la libertad de los ciudadanos conformados en un grupo”. Pero, para que tenga lógica, conviene que nos preguntemos: ¿quién es “auto”?
Anthony de Jasay sobre Estado y nacionalismo
Dice Anthony de Jasay: “si el nacionalismo no existiera, al Estado-nación le convendría inventarlo” (“Is National Rational?”, The Independent Review, verano 1998, http://goo.gl/uoegMN). No es casual que el nacionalismo liberal brille por su ausencia, y que casi todos los nacionalistas deseen un Estado más o menos calcado del odioso del que ansían independizarse; parece que tendemos a pensar que la opresión regional “es moralmente más perversa que la habitual redistribución de recursos materiales de subgrupos dominados a subgrupos dominantes”. El nacionalismo también genera grupos de interés y anhelos de aprovecharse del (nuevo) poder, que Jasay llama con gracia “el síndrome del agregado cultural en París”.
No puedo leer el artículo entero porque no soy socio. Pero adivino una cuestión que no he visto nunca escrita y que es muy simple. Hay muchos «nacionalistas» en busca de su encaje en «su» nación. Pero la mayoría de los humanos nace y resulta que «pertenecen» de entrada a una nación sin mayores problemas, dudas o reflexiones.
Es que una cosa es la nación política y sus leyes en la que habitamos y otra la identidad cultural que va con cada uno y es irrelevante, o casi, a efectos políticos.
Por no hablar de los movimientos de gente que han habido sobre cada trozo de territorio. El ideal racional sería la integración en grupos políticos mayores no la disgregación en tribus.
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