Las actitudes hacia los impuestos pueden ser divididas en cuatro categorías.
Las dos primeras se enfrentan desde liberalismo y el antiliberalismo. Los liberales recelan en principio de los impuestos porque rechazan la coacción, y defienden una comunidad basada en la cooperación, no en la fuerza. Como escribió Burke en su vindicación de la sociedad natural, la sospecha no debe recaer en el abuso del poder sino en el poder mismo: “The thing! The thing itself is the abuse!”.
Los impuestos no son un precio
El antiliberalismo no sólo no rechaza la coacción sino que la saluda: los impuestos son buenos en principio, para lo que se utilizan señuelos del estilo “son el precio que se paga por la civilización”, cuando es evidente que no son un precio y que tampoco se pagan a cambio de nada, porque son obligatorios.