Nunca antes España había exportado tanto. La celebración oficial está justificada, aunque en este caso como en otros no son nítidos los méritos políticos y, en realidad, tampoco están claras algunas cuestiones de fondo. Dirá usted: ¡exportar importa! Pues claro, pero más importa saber por qué exportamos. En una zona monetaria sin posibilidad de devaluar, la competitividad exterior depende estrictamente de la llamada “devaluación interna”, es decir, el ajuste de costes que, efectivamente, han emprendido de manera particularmente dolorosa los trabajadores y los empresarios de nuestro país. Esto se observa en la diferencia entre nuestro crecimiento exportador, mayor en 2013 que en 2012, y los retrocesos de otros países de la eurozona. Cabe felicitarse, pues, porque ese ajuste ha permitido alcanzar un nuevo récord de exportaciones superior a los 234.000 millones de euros. Que todo esto, o incluso una parte apreciable, sea mérito de las autoridades es bastante dudoso, como por otra parte resulta habitual.
Falacia mercantilista
La alegría por la reducción del déficit comercial y el aumento de la tasa de cobertura, por su parte, tiene escaso fundamento, y seguramente deriva de la vieja falacia mercantilista que sostiene que para una economía lo bueno es exportar y lo malo es importar.
Esto no tiene ninguna base, porque también importar importa, y los contratos libres de los españoles en el mercado mundial son buenos independientemente de que compren o vendan: la clave es que lo hagan sin interferencias ni distorsiones políticas. Y la caída de las importaciones, como ha sucedido en la crisis, no sólo no indica nada bueno sino que es reflejo directo del derrumbe de la actividad económica local. En 2013 cayeron nominalmente menos que en 2012, y subieron en términos reales. En vez de lamentarlo podríamos celebrar este hecho, que sugiere que nuestra demanda interna se va reanimando.
(Artículo publicado en La Razón.)