El historiador canadiense Michael Ignatieff, profesor en la Universidad de Harvard, pidió por favor en el Financial Times un Estado. Cautivo del algodonoso y almibarado pensamiento único explicó, no vayamos a creer que es un extremista, que no debe ser demasiado grande, aunque no aclaró cómo conseguir tan benévolo objetivo (http://goo.gl/LrNDss).
Miedo a la libertad
Su idea, remota como el miedo a la libertad, es que la tecnología nos amenaza. El Gobierno también, si nos vigila en exceso, e Ignatieff reclamó unos gobernantes que controlen: no al Gobierno, sino a la tecnología. Es que “la democracia se ve amenazada si el impacto tecnológico significa que las políticas públicas dejan de influir sobre la creación de empleo”. O sea que la tecnología, que facilita la libertad de elección de los ciudadanos, conspira contra la democracia; y las políticas públicas, que son grandes creadoras de paro, ahora son fuerzas benéficas para el empleo. ¿Dónde está mirando este ilustre profesor?
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