El revuelo organizado esta semana en torno a la subasta Cesur y su posterior anulación me invita a ir más allá de mi vieja idea de que el mejor amigo del hombre no es el perro sino el chivo expiatorio. No es que haya quedado refutada, al contrario: hemos visto el apogeo del coro de voces y ecos echándole la culpa a otro. La izquierda sobresalió en demagogia, como siempre, pero la responsabilidad de los onerosos delirios ecologistas de Smiley en las tensiones registradas en el (mal) llamado mercado eléctrico son indudables.
Ahora bien, el desaguisado viene de antiguo, es sistemático, y lo compartimos con muchos otros países del mundo cuyos gobiernos (porque la libertad es mala y los mercados fallan, ya se sabe) también intervienen masivamente en la energía, con resultados por regla general manifiestamente mejorables. Aunque aquí algunos son más culpables que otros, lo que está mal en el fondo no son los chivos expiatorios sino el muy intervenido sistema eléctrico.
Intervención: mucha y mala
No sólo muy intervenido sino mal intervenido. Si la inseguridad jurídica daña siempre la economía, lo hace aún más en actividades como la energía. Pensemos en las centrales nucleares, o los elevados costes de las renovables de Smiley. Pero pensemos también en la subida de precios de estos años y esta semana. La explicación no es la manipulación de las empresas sino el bandazo del Gobierno a propósito del déficit de tarifa (problema creado por el intervencionismo de las propias autoridades, rebajando artificialmente los precios e inflando una deuda enorme con las empresas): no se puede sostener solemnemente que se pagará una parte apreciable de ese déficit a través de los Presupuestos y al día siguiente negarlo.
A los ciudadanos esto puede importarnos poco, porque después de todo siempre lo pagamos nosotros, pero a las empresas les importa muchísimo si lo pagaremos como consumidores o como contribuyentes. Si el cambio de criterio apunta ahora a los consumidores, eso tiene consecuencias inmediatas, como que las empresas que demandan mucha energía pongan el grito en el cielo, con razón. Otra consecuencia pasa por la oferta energética, porque si el déficit de tarifa será pagado por los consumidores…¿qué piensa usted que debería ocurrir con el precio de la luz? Pues eso.
La solución nunca puede pasar por establecer un sistema y cambiarlo cuando genera los efectos que el propio sistema tiende a generar. En ese sentido, es difícil que el ministro Soria nos pueda convencer de que anular el resultado de la subasta Cesur en el fondo resuelve el problema.
(Artículo publicado en La Razón.)
Un chivo expiatorio concreto puede ser «el siguiente», que arreglará el problema. O no. Nosotros, consumidores y pagadores de la gran fiesta, somos los cabritos.
Bien pensado.