El economista Alberto Garzón Espinosa, diputado de Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados, tuiteó en un mismo día estas tres reflexiones: “La troika busca neutralizar antidemocráticamente cualquier autoprotección de la sociedad ante el apetito criminal del capitalismo”; “En el capitalismo la democracia real es imposible. Votamos al Gobierno, pero no al Poder. El Poder chantajea y decide; el Gobierno dispone”; “Los teólogos del libre mercado, fieles a su fe, se felicitan porque una institución antidemocrática quiera parar el decreto antidesahucios.”
¿Cómo se llamaba la Alemania que no era democrática?
Nada revela con más claridad el antiliberalismo que su frenesí democrático. Los comunistas, como los nazis, insisten siempre en que ellos son el pueblo trabajador; nuestros socialistas, por ejemplo, llevan la palabra “obrero” en sus siglas. El contraste con la realidad no puede ser más llamativo. En efecto, nadie ha dañado más a los trabajadores que los fascistas, los comunistas y los socialistas. Y, por supuesto, nadie les ha impedido con más saña el poder elegir libremente. Se recordará que cuando había dos Alemanias, la que era una dictadura, la Alemania donde los trabajadores no podían elegir, se llamaba “democrática”.
(Entra aquí para leer el artículo completo en Libertad Digital.)