Existe una doble tentación a la hora de ponderar las buenas noticias económicas. Desde la oposición se opta a menudo por negar la evidencia, como si reconocer los datos equivaliese a conceder que la oposición ha perdido y el Gobierno ha ganado. Desde el oficialismo, por su parte, la tentación es asignar todos los méritos de la mejoría a los actuales inquilinos del Palacio de la Moncloa, del mismo modo que se ha procurado achacar todas las malas nuevas a los inquilinos anteriores.
Peleas por la estatuilla…
Parece, en suma, que la cuestión estriba en negarle al Gobierno la estatuilla del Oscar, o en vitorearlo por haberla conseguido en solitario. Se trata de dos errores análogos, derivados ambos de la fatal arrogancia de suponer que la política es la protagonista de la economía, y que los gobernantes son los que crean riqueza y empleo. La realidad, sin embargo, se acerca más a lo contrario, y cuanto mayor sea la modestia de nuestros gobernantes a la hora de admitirlo, tanto mejor.