Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, también es capaz de realizar todas las piruetas necesarias para engañar al respetable. Dos muestras fueron su resumen de la Ley de Amnistía como una forma de “hacer de la necesidad virtud”, y esta declaración en la cumbre del clima de Dubái: “tenemos que trabajar en una nueva fiscalidad internacional que se rija por el principio de que quien contamina paga”.
El DRAE recoge la expresión sobre hacer de la necesidad virtud y la explica así: “Tolerar con ánimo constante y conforme lo que no se puede evitar”. El profesor León Gómez Rivas, catedrático de la Universidad Europea de Madrid, subrayó en el Centro Diego de Covarrubias la confusión de Warren: “considerar lo evitable como inevitable”, y añadió lo obvio: “Claro que no es necesario aprobar esa Ley de Amnistía”.
Warren Sánchez, por tanto, no es virtuoso, porque dicha ley no obedece a otra necesidad que la de permanecer en el cargo. Si de verdad hubiera sido necesaria, los socialistas la habrían incorporado a su programa electoral, en vez de rechazarla de modo tajante hasta el día de las elecciones. La mentira es tan clamorosa que Warren y su banda la intentan recubrir con la excusa de que su continuidad en la Moncloa es imprescindible, porque ellos son el progreso, mientras que la derecha es tan horripilante que cualquier cosa está justificada para impedir que llegue a gobernar.
Dentro del catálogo de bondades de la izquierda figura el abnegado monopolio del clima. Y de ahí –verde que te quiero Warren– lo de la “nueva fiscalidad” y lo de “quien contamina paga”.
Esto es curioso, porque lo que pregona Warren para el mundo es lo mismo que se niega a practicar aquí abiertamente. Hace varios años ya que su Gobierno propuso a la UE el peaje en las autovías según ese principio, que después negó, alegando que era un bulo, cuando se había comprometido a aplicarlo a partir de 2024. Se desdijo por cuestiones puramente electorales. Porque aquí lo que sucede es que el bonito principio de que quien contamina paga significa que al final la que paga siempre es usted, señora.
Eso sucede en todos los casos, sea que se trate de penalizar los residuos, los plásticos, el carbono, el diésel, los coches, y lo que a usted se le ocurra, y lo que no se le ocurra.
Y como resulta que igual usted se enfada y va y no vota por Warren y sus secuaces, ellos van a procurar que usted siga pagando, pero sin que resulte muy evidente que la culpa es de Warren y compañía. Por ejemplo, con eso tan estupendo de “una nueva fiscalidad internacional”.