Este rincón de Expansión fue pionero en reconocer la importancia del libro del escritor uruguayo Pablo Vierci que ha inspirado la notable película de Juan Antonio Bayona –véase “La sociedad de la nieve”, Expansión, 14 septiembre 2009.
Cuando me enteré, gracias a un artículo de Luis Martínez en El Mundo, de que estaban filmando en Sierra Nevada la recreación del accidente de los Andes de 1972, basándose en el texto de Vierci, volví sobre el asunto en otra columna, destacando el fundamento liberal de la historia, que son los impulsos sociales, y no los antisociales que se supone que exigen la coacción política para que los seres humanos podamos coexistir.
En efecto, la aventura es ejemplar porque, en una situación extrema, análoga al estado de naturaleza hobbesiano, sus protagonistas no desfallecieron a la hora de componer una sociedad en cooperación: “no sólo no se mataron entre sí, sino que se ayudaron unos a otros, colaboraron en la medida de sus posibilidades para salir adelante, sacaron lo mejor de cada uno y convivieron por medio de reglas, de afecto y de fe religiosa” –véase https://bit.ly/3RkwAwe.
Me interesa abordar ahora este último punto, porque la película que dirige Bayona subraya la dimensión religiosa, nada sorprendente en unos jóvenes del colegio católico Stella Maris, de los Hermanos Cristianos Irlandeses.
Al principio se ve a los protagonistas en una misa, y los símbolos religiosos aparecen a menudo durante la acción. Hay varias escenas con cruces, empezando por la que trazan en la nieve con el objetivo de llamar la atención de los aviones, y siguiendo por las pequeñas cruces y medallas de índole religiosa que pasan de mano en mano. Varios de los jóvenes rezan, y uno de ellos, el postrado con la pierna rota, habla explícitamente de Dios, al que encuentra por doquier en la minúscula pero sólida sociedad que han constituido a 5.000 metros de altura. Lo que en su día provocó más morbo, el alimentarse con los cuerpos de los fallecidos, es debatido por los jóvenes, y tratado en el filme con cuidado y delicadeza, e incluso reverencia, con alguna secuencia que sugiere una eucaristía, y circula la palabra de Dios de dar la vida por los amigos (Jn 15, 13).
Hablando de cuidar, Luis Martínez explicó: “Todos los miembros del reparto no sólo se reunieron con los protagonistas reales, sino que, cada uno, convivió con su doble”. El respeto a esa realidad que vivieron unos jóvenes acosados por la tragedia, la soledad, el frío y el hambre, es patente en las casi dos horas y media que dura la película, y que el público contempla en recogido silencio. Es una sociedad de personas libres y responsables. Y abiertamente religiosas. Dios en la nieve.