Cuando la izquierda y la ultraizquierda pregonan medidas intervencionistas, a menudo alegan en que su furor antiliberal no remite a lejanos delirios soviéticos, de los que siempre se apartan como del agua el gato, sino que se limita a reproducir recetarios ampliamente aceptados y puestos en práctica en los países europeos más avanzados. Utilizan a continuación una de sus fórmulas favoritas, añadiendo que esos países “no son sospechosos”.