El tema aparece ya en las primeras líneas de la Biblia: “Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz” (Gn 1,3). Desde entonces, los seres humanos se esforzaron en producir y reproducir esa luz. La gran diferencia, por supuesto, es que, excluidos los resplandores del cielo, la luz generada por el trabajo de las personas nunca ha sido gratis. Por lo tanto, cuando las autoridades nos aseguran que van a abaratar la energía, conviene sospechar.
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