Ernest Hemingway empezó a destacar como escritor por Fiesta, de 1926, y sobre todo por Adiós a las armas, de 1929. Sus declaraciones sobre literatura y política eran liberales y conservadoras. En los comienzos de la Gran Depresión, cuando la izquierda lo criticaba por no escribir sobre la situación económica y social, Hemingway alegaba que no había literatura de izquierdas ni de derechas, sino buena y mala; añadía, además, que nunca podría ser comunista, porque creía en la libertad y en un Estado mínimo.