El director de No mires arriba, Adam McKay, declaró: “mi objetivo era hacer una comedia que arrancara sonoras carcajadas, y no sonrisas torcidas”. Fracasa, y la cuestión es si hemos perdido la capacidad de reírnos sobre cosas muy serias, o si lo que sucede es que McKay no es Kubrick, y su película no es Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?