El libro del profesor argentino Marcelo Gullo Omodeo, Madre Patria, que publica Espasa, combate la leyenda negra antiespañola, pero propaga otra: la leyenda negra antiliberal.
Acierta el doctor Gullo al defender a España y su labor en América en ámbitos como la educación y la sanidad, y especialmente en el terreno en donde recibió las mayores críticas: el trato a los indios. Desmonta los bulos de los supuestos indigenistas que despotrican contra el genocidio español, ignorando los desmanes de otras naciones, e idealizan a los pueblos originarios, pasando por encima de la violencia brutal y antropófaga de los aztecas hacia los otros pueblos originarios a los que sometieron. Jamás habría obtenido Hernán Cortés la victoria sin su alianza con esos otros pueblos.
El buen trato a los indios durante tres siglos explica que no hubiera entre ellos un sentimiento antiespañol mayoritario cuando se produjeron las independencias. Después prevaleció la leyenda negra contra España, hasta hoy, y el autor la critica en todos los frentes, incluida la propaganda de una izquierda que sin razón alguna demoniza a Valdivia en Chile, a Colón en Argentina o a Cortés en México. Destaca con justicia el papel de los pensadores pioneros del liberalismo en nuestra escolástica, porque en la patria de Vitoria, Suárez y Mariana “se nos ha hecho creer que España era un país reñido con el espíritu de la libertad”.
Junto a esta plausible visión, que compara con la historia inventada de los separatistas catalanes, sin embargo, el profesor Gullo incurre en los tópicos del antiliberalismo nacionalista, que simplifica la realidad social reduciéndola solo a naciones y estados, e incurriendo en la vieja y absurda caricatura del libre comercio, como si fuera un juego de suma cero donde solo pueden ganar las oligarquías locales y el imperialismo foráneo. Siendo argentino, no ha reparado en la historia de su propio país.
Sus deficiencias en economía son subrayables, desde el deterioro de los términos del intercambio hasta la demonización de la agricultura (“materias primas sin valor agregado”) y la divinización del proteccionismo industrializador, pasando por las críticas a las empresas: “los españoles europeos se olvidaron de América, salvo para hacer negocios mezquinos”.
En política, cree que Europa es el problema, en especial la malvada Alemania, y su desiderátum es “un Estado continental iberoamericano, único instrumento político capaz de enfrentar con éxito a las grandes compañías transnacionales, al capital financiero internacional y a las grandes potencias del siglo XXI”. Lo inquietante es que a continuación saluda el españolismo de Perón, Fidel Castro y el Ché Guevara. Puede imaginar el lector lo que habría sido esa hipotética nación única iberoamericana comandada por tan notorios enemigos de la libertad.