No parece que vaya a haber una crisis a corto plazo. La economía española sigue dando muestras de dinamismo, e incluso la europea y la mundial brindan señales razonablemente buenas, a pesar del Brexit y otros nubarrones y frenos.
And yet… Habrá una próxima crisis, con toda seguridad, aunque nadie sabe cuándo. La habrá por tres razones, o más bien conjeturas: una es que ha habido crisis antes, siempre; otra es que las crisis se generan en las expansiones, como las recuperaciones se generan en las recesiones; y la tercera es que lo que se ha hecho en la última década no sirve para neutralizar la llegada de una nueva crisis. Porque, en esencia, el sistema monetario es el mismo, y el sistema fiscal también.
Como siempre, se saludó a los banqueros centrales expansivos y a los políticos que buscan preservar el Estado con más impuestos y no con menos gasto público como si fueran los caballeros salvadores. Diez años más tarde tenemos una recuperación indudable, porque habría sido difícil no tenerla (no todos los gobiernos son japoneses), pero también tenemos señales inquietantes, como las burbujas de M & A, y las operaciones y los beneficios empresariales en diversos países, empezando por EE UU.
Recordemos que, otra vez, los bancos centrales nos han inundado de liquidez: antes se justificaban alegando que no subía el IPC, y ahora dicen que, con más razón, porque baja. El problema es que esas políticas expansivas perturban el mecanismo de descubrimiento de los precios de los activos. Como dice el economista e inversor Charles Gave, entre el remolino de operaciones de M&A no tenemos claro en qué medida esos precios no estarán registrando un proceso de bidding up más allá de lo que justificarían los ingresos que pueden generar.
El antiguo director general del Banco de España, Aristóbulo de Juan, señaló hace unos meses en El País que tras las copiosas reformas monetarias europeas no estamos en mejores condiciones que antes de prevenir la llegada de las tormentas, “básicamente, porque no se refuerza la vigilancia de la pérdida de valor de los activos, verdadera causa de la insolvencia y de las crisis bancarias”. Sin haber logrado sus objetivos, el BCE intensifica ahora su expansión, “a riesgo de generar serios problemas: distorsiona el negocio bancario; propicia la creación de burbujas de activos llamadas probablemente a estallar; debilita el sentido del riesgo; puede ocultar graves problemas subyacentes, y puede agotar el arsenal para posibles nuevas crisis”.
Análogamente preocupante es la situación fiscal, con impuestos, gastos y deuda públicos en niveles muy elevados. Pero no quiero ser más cenizo. Dejémoslo.
Volveré a este rincón el lunes 5 de septiembre con las habituales y estivales “Perlas andaluzas”. En agosto seguiré en este su periódico, pero en otro lugar: en el suplemento “Especial Directivos” haré, como siempre, una serie todos los días, de lunes a viernes, este año sobre Shakespeare y la economía. Espero que le guste, y que pase usted un buen verano.