Lo hemos visto repetido en el poco tiempo que lleva en el poder esta campaña electoral permanente que constituye el Gobierno de Pedro Sánchez: la monopolización del feminismo.
En realidad, las diferentes variantes de la izquierda han usurpado el feminismo, y lo han equiparado con el antiliberalismo, que trata a las mujeres como incapaces de valerse por sí mismas, y necesitadas de que el poder político viole cada vez más sus derechos y libertades.
Por eso llaman la atención las feministas que no secundan este pensamiento único —como sucede en España con María Blanco. En Ediciones Turner hay un buen texto del feminismo crítico: el pequeño libro de Camille Paglia, Feminismo pasado y presente, con una excelente traducción de Gabriela Bustelo.
Se atreve a aplaudir “la emancipación de las mujeres gracias al capitalismo” y a denunciar
“el fascismo del feminismo contemporáneo”. Niega que los hombres sean los enemigos naturales de las mujeres, ni que éstas vivan hoy en un infierno en América: “En Estados Unidos, la mujer es más libre que en ninguna otra parte del mundo. Y esta actitud de despotricar, de dar la matraca, de criticar el capitalismo, de quejarse de Estados Unidos y de los hombres, todo este lloriqueo es una conducta infantil, adolescente y es malo para las mujeres. Es nefasto convencer a las mujeres jóvenes de que han sido víctimas y de que su herencia es la victimización”.
Rechaza la ideología de género: “Cuando las escuelas públicas se niegan a reconocer las diferencias de género, traicionamos a los niños y a las niñas por igual”. Y reniega de la educación sexual que “define el embarazo como una patología que se cura con el aborto”.
Condena la puerilización del intervencionismo moderno, la inquisición burocrática universitaria, el absurdo antimasculinismo de tantas feministas, y las patrañas como que “la belleza es una conspiración heterosexista de un puñado de hombres encerrados en una habitación para destruir el feminismo”.
Así como rechaza la ingeniería social que cree en la infinita maleabilidad de las personas, hace lo propio con el socialismo predominante en la educación, reclama un feminismo abierto y crítico, con más ciencia y menos ideología, y más plural en su diversidad de opiniones, porque sin ella “los estudiantes reciben adoctrinamiento, no educación”. Vamos, que sospecho que no habría recomendado apedrear el autobús de Hazte Oír.
Pero ¿es acaso una profesora conservadora? Esto es lo que más irrita al feminismo mayoritario: Camille Paglia no es de derechas, ni republicana. Votó y apoyó a Obama, pero no creyó que las mujeres tenían que votar por Hillary Clinton solo porque era mujer; afirma que las mujeres han avanzado mucho, y “ya no existe la necesidad, si es que alguna vez existió, de mantener la solidaridad de género. Las mujeres son seres racionales que pueden votar a quien quieran según sus méritos”.